'Tarzaán', el artista que solía escribir su apodo silvestre con doble a, se ha jubilado. Ahora solo queda su alter ego, el artista Alejandro Villalobos, quien sigue trabajando y mantiene una producción de obras muy saludable.
La historia de por qué Villalobos decidió abandonar su apodo es larga, casi tanto como el relato de por qué lo había adoptado hace 25 años. No obstante, lo que debe interesarnos es esa voluntad del artista por cambiar, por mantenerse en movimiento, lo cual también expresa en su más reciente exposición, Paisaje herido, que presenta en la sala Manuel de la Cruz González, de la Galería 11-12 (Plaza Itskazú, Guachipelín de Escazú).
La muestra se compone de 14 pinturas de gran formato hechas en técnica mixta. Los cuadros tienen su referente en la exposición Al filo de la lluvia (2008), que también había presentado en la 11-12.
En aquellas pinturas, el artista sugería paisajes lluviosos, en parte, como una protesta por la afición de los costarricenses por renegar de la lluvia, a pesar de que en nuestro país llueve nueve meses al año. La exposición era una reconciliación con nuestro entorno.
En la exhibición reciente, Villalobos da un paso más hacia la abstracción: las selvas son ahora solo manchas oscuras y la luz parece que chorrea en los cuadros. En muchos de ellos apenas se sugiere un paisaje por la persistencia de lo que podría ser la línea del horizonte.
"Estoy en un proceso lento y muy serio, pero es el camino que escogí para permitirle al espectador jugar con las imágenes que tiene adelante", reconoce el pintor.
Eléctrico.
Muchas de las obras en Paisaje herido tienen un carácter "eléctrico", cualidad que reconoce Villalobos y que se mira en algunas tonalidades fosforescentes que podrían sugerir los destellos de los rayos durante una tormenta.
Las tonalidades más luminosas de algunas obras suelen "chorrear" desde las partes superiores de los cuadros e "invaden" las zonas inferiores atravesando la línea del horizonte. La imagen podría sugerir las corrientes de agua que produce la lluvia sobre el suelo.
"El paisaje queda lacerado después del paso de la tormenta y la luz trata de penetrar en él", identifica la curadora de la galería, Emilia Fung, quien reconoce, en estas imágenes, la intención del autor de titular a la muestra Paisaje herido.
No obstante, a pesar de que las referencias al mundo concreto son muy fuertes en la obra del pintor, él afirma que en esta muestra ha querido poner un énfasis en la luz, el color y el movimiento.
"En estas obras hay una ruptura paulatina con mi trabajo anterior. Por ejemplo, el cielo se vuelve una mancha y es cada vez más abstracto. Dejo que sean los colores los que jueguen en el cuadro, más que los aspectos figurativos", explica.
Las obras de la muestra tienen el nombre genérico De la serie 'Paisaje herido'; no obstante, en la galería se identifican por número. Hay una pequeña serie de cuatro obras identificadas como 9, 10, 11 y 12 que, según el pintor, marcan la pauta de su siguiente paso en la pintura abstracta.
Estas pinturas ya no sugieren panoramas, aunque sí se nota cierto ambiente tomado por la humedad. Las obras nacieron de fotografías de pozos de agua formados naturalmente.
El autor describe: "En estas obras, la luz se mira blanca, y las profundidades, negras; solo quedan las luces, los volúmenes, las transparencias y las texturas. Me encargo de retirar las referencias al contexto para que el espectador las ubique como algo desconocido".
Materiales duros. Villalobos suele usar materiales poco nobles para producir sus obras. Por ejemplo, pinta con esmaltes para paredes, poliuretano para pisos y tintes para madera. El uso de asfalto también ha sido muy característico de su obra: le tomó cariño desde que estudiaba grabado en la Universidad de Costa Rica en 1986.
"El asfalto se usa habitualmente para impermeabilizar el cobre y evitar la corrosión de los ácidos en el grabado en metal; pero yo pensé que también podía tener otras utilidades", cuenta.
El artista suele pintar con sus telas apoyadas horizontalmente sobre el suelo. Las herramientas que usa para trabajar también son poco ortodoxas, como escobas y abanicos, los cuales usa para dirigir, mediante el viento, los pigmentos más acuosos sobre la superficie de sus obras.
Villalobos tiene su residencia y su taller en Tibás, en un terreno que colinda con la ribera del río Virilla y que está tomado por el bosque. Cuando allí llueve, empiezan a nacer los motivos de sus cuadros.
"Las tormentas me apasionan y la época lluviosa es el momento en el que me nutro más de ideas. Llega un momento en el que necesito soltar lo que he cargado, y así llego a mis pinturas", dice.
Emilia Fung reconoce que, en sus últimas obras, el artista ha llegado a una interpretación más emocional de los fenómenos atmosféricos. "Es un acercamiento más visceral", afirma.
Ha sido una curiosa coincidencia que los meteorólogos hayan identificado este año como el de las rayerías más tupidas durante el último lustro. El clima ha querido armonizar con una pintura electrizante.