“Soy un hombre que trata de hacer lo que no sabe hacer” Eduardo CHILLIDA
Quien crea arte, a veces sabe. Convoca ideas y contenidos a su jornada de trabajo y se dispone a ejecutar aquello que se ha planteado. Aquello que le exige ser creado. Lo pendiente. Ya que dispone de saberes –que controla la herramienta, los medios, los insumos, los soportes, el concepto– solo le resta instaurar un lenguaje. Y en todo lenguaje debe haber una vida. Si no, únicamente es un balbuceo. ¿Qué le otorga esa vida al lenguaje creativo? Se la otorga la intuición. Es en este punto del recorrido hacia la obra que Alejandro Villalobos y Álvaro Gómez –hoy de nuevo reunidos en la amistad y la complicidad de tantos años– se acercan a sus telas para, en esta ocasión a través del paisaje, impregnarlas con el don del habla, con la cualidad de decir su mensaje natural y no solo un argumento plástico. Por eso da la impresión de que las pinturas de esta muestra, más que colgar una junta a la otra, de estar secuenciadas en lo plano, se trasfunden, se intercalan en una dimensión que imita el movimiento del tórax al respirar. Van y vienen juntas, creando un sistema de color y forma, si bien muy definido en uno y otro autor, armónicamente mezclado en las intenciones y los discursos que ambos, Alejandro y Álvaro, comparten.
Álvaro, desde sus cuadros en blanco y negro que querían ser otra cosa, parece que pinta desde el microscopio. Hoy sus espectadores, sus veedores, saben que el artista les ha encargado inspeccionar los tallos, las flores y las hojas que ha acumulado a punto de multitud y con la potencia casi eléctrica de una sesión de hipnosis. Sus paisajes llegan de inmediato a la masa crítica, sin pasar por una segunda o una tercera experiencia: nacen, pues, en cierto estado de alteración, aunque exuden estabilidad y en ellos se resuman tantas for- mas de equilibrio, desde el celular hasta el cinemático. Es notable cómo Álvaro también hace o consigue cierto tipo de jardinería en estas telas. Recorta, pule, desbasta...es capaz de aplicar esfuerzos mecánicos a la materia orgánica más delicada, delimitándola, redireccionándola. Uno llega a creer que, en estas pasturas, que en estos viveros, habita un cirujano muy hábil con el don de mediar entre el agua, la tierra y la clorofila. Esa clase de comunicación entre creador y obra –entre ser y objeto– ubica a Álvaro Gómez más cerca de quien ejerce un misterioso control sobre los elementos que de quien solo pinta. Creo que para él es posible decir la palabra "amapola" y que de inmediato aparezca una flor roja, lista para los retoques y para tomar su sitio en la escena.
Lo que Alejandro hoy expone, muchas veces parece ser un ejército oculto en la espesura. Vemos en su trabajo desde la forma redondeada y frutal hasta la corteza dura, recubierta de espinas pero que jamás resulta amenazante: pinta el bosque con su musgo, su limo y su matapalo absolutamente consciente de la belleza que lo conforma. Sus bosques, ya en plural, evocan cierto gusto por el extravío, lo que no significa desaparecer. Por el contrario, perderse en los bosques de Tarzaán es ir tras un nuevo descenso sobre las cosas, sobre la luz. Muchas de sus líneas e impregnaciones son pequeños esfuerzos didácticos para que, quienes las ven, comprendan qué es la humedad y la fertilidad, qué es el mangle y el follaje. Cuando todos sus trazos se integran, entonces creemos ver una fotografía captada más que con una lente, con un limpio ventanal enfocado hacia el espacio. Si vemos saturación, vemos también un cristalino orden...y conseguir algo así no es fácil. Se requiere, más allá del dominio técnico, sapiencia –sí, también– pero además algo o mucho de contemplación polisensorial.
1+1 ES MÁS QUE DOS es el reencuentro material y vivencial de dos artistas excepcionales que, de alguna forma, comparten ruta e ideario pero que, sobre todo, sostienen un vínculo en los brotes vegetales que han inundado el mundo desde siempre y el deseo de perpetuarlos, de exponerlos tanto en su belleza diurna como en su delirio y nocturnidad. Gómez, con sus jar- dines satinados y Villalobos, con su aliento ahistórico, nos proyectan aquí un domo de infinitas visiones.
Eco Estética. Por Zamorán_Fitoria | Mayo 2023
Desde la antigüedad clásica europea o mejor dicho desde la historia de la filosofía se ha divagado sobre las posibilidades y las formas de relación entre lo que las sociedades producen y las maneras en que se relacionan con lo producido por ella. -La Naturaleza- sí, así tal cual ELLA, pues para la cosmovisión clásica de las culturas latinoamericanas es la madre de las madres. Aún así, estamos frente a una enorme crisis ambiental y no estaría de más repensar las condiciones y dinámicas con las que la cultura se relaciona con su entorno, así como el papel del arte y sus creadores como entes activos y comprometidos con un abordaje práctico, formativo y empático.
Tal vez, pensarlo como una suma de partes que juntas son más que separadas, tanto en la gestión de una labor titánica como lo es la preparación de una muestra individual ahora imaginar que sean dos. Pero este no es el caso pues tanto el artista Álvaro Gomez como Alejandro Villalobos ya tienen una larga trayectoria de compromiso con esa labor pero que hoy al mejor estilo de dos compas deciden acuerparse para abrazar a otr@s esta vez en la bella localidad de Pérez Zeledón y bajo la gestión compañía y sostén de galería Terraza del artista, cuyas raíces se pierden bajo los pies de su directora y también artista Melissa Matamoros hasta resurgir en la población local que a diario visita el espacio y lo hace suyo trabajando en las interacciones y aprendiendo de cada visita y taller gestionado con y para la localidad.
Personas de toda edad y estatus podrán esta vez disfrutar de esta indagación técnica que los artistas nos presentan. Obras inspiradas en la naturaleza como esa madre que nos invita a regresar a casa o mejor dicho al hogar cálido de la hermandad y la colaboración aún cuando esa cercanía nos dé miedo como bien nos señala Álvaro. quien logra mostrarnos el posible error como un regaño para aprender a dejar fluir la tinta o el agua según sea el caso, así también leer y sentir las fibras de la veta de una madera que se transforma en una bella imagen llena de flores, tal vez un regalo que el artista nos trajo de nuestra madre como recuerdo de su amor y belleza.
Alejandro otro hijo pródigo en regalos con su voz creativa y activa a través de su frase: “pinto los paisajes qué camino y camino los paisajes que pinto”, nos invita a acercarnos a nuestro hogar natural y dejar que su complejidad y belleza se nos meta por los ojos del inconsciente o los pies, para luego reconfigurarla y compartirla con nosotros a través de bellas, íntimas y exquisitas monotipias, técnica que exige inmediatez disciplina y seguridad pues no hay margen de reparación o retoque convirtiéndose así en una foto instantánea desde el inconsciente y la destreza a través de formas sugerentes, pero sobre todo de composiciones audaces y grafismos propios. Ambos artistas con gran destreza logran renovar la usurpada abstracción milenaria que su- byace en las arquitecturas, esculturas, cerámicas, tejidos y orfebrería de las culturas Incas, Mayas, Aztecas, Olmecas, entre otras.
Sus obras trascienden la ilustración cientí- fica y la mimesis tradicional para adentrarse en la complejidad del proceso de creación plástica visual, donde los residuos y subjetividades de la creación en el grabado activa una muestra amiga que recibe y abraza las palabras, interpretaciones y sentires de quienes se acerquen a sus sabores desde las experiencias individuales. De ahí que uno más uno es más que dos, y junt@s poder repensar y cuidar nuestro hogar como amigos y hermanos.