Por John Nadador

Silva pro nobis

Practicante del sentido del humor y do- tado de un hilarante entendimiento del mismo, Villalobos, declarado admirador de Les Luthiers, decide utilizar el latín para titular su propuesta pictórica Silva pro nobis (Selva para nosotros). En esta obra recurre a todos los recursos mencionados anteriormente, abstracción como síntesis, utilización de materiales no tradicionales, etc. A estos se añade la implementación de un formato poco común: cilindros de cartón de aproximadamente 25 centímetros de diámetro.

Jugando con diferentes alturas para los mismos, Villalobos pinta sobre este formato improbable, fragmentos de sus telas de bosques tropicales, enfatizando en la vertical. El conjunto general, compuesto por un número considerable de estos cilindros; recrea visualmente un bosque cual si fuera una escenografía para un drama que se está desarrollando a diario.

¿El drama? La desaparición paulatina de los bosques para dar paso a desarrollos urbanísticos de vivienda o para explotarlos comercialmente.

El mismo papel del que están hechos los cilindros fue alguna vez componente de un árbol, y este a su vez parte esencial de un bosque. Retomando su carácter irónico, como cuando utiliza materiales contaminantes para hablar de la naturaleza, recurre a los cilindros de cartón para construir un “bosque” absurdamente artificial y artificioso.

El carácter tridimensional de estas pinturas las convierte por definición en esculturas, pero nunca dejan de ser en el fondo “cosas pintadas”.

Recientemente, Villalobos se llevó una serie de estos cilindros-bosque al centro de San José. La idea era organizarlos en grupos y ubicarlos en lugares públicos con un propósito en mente: medir el grado de interacción de las personas con los objetos: rechazo, curiosidad o desinterés. Es un proyecto a mediano y largo plazo, y la idea es ubicarlos subrepticiamente al paso de transeúntes desprevenidos.

Más de 15 años después de haber egresado de la Escuela de Artes Plásticas y a casi la misma distancia en años de su estadía en Nueva York, Villalobos no ceja en su empeño experimental. Su nueva obra, de cierta manera una síntesis de todo su trabajo anterior: fotografía, grabado y pintura, incursiona por primera vez en la tridimensionalidad. Añade ahora también su personal sentido del humor -que nunca ha estado lejos de su propuesta general- para conformar un conjunto desconcertante con visos críticos y un pro- pósito claro: llamar la atención sobre una situación alarmante; una por la que todos parecemos preocupados pero acerca de la cual hacemos poco (o acaso nada): la salvaguarda de nuestros bosques.