Tarzaán

Alejandro Villalobos

Crítica

Alejandro Villalobos , Pintura

Un "Tarzaán" en las nubes

Por Doriam Díaz | Setiembre 1999

Alejandro retornó al paisaje. Hoy en la Nueva Escuela se inaugura una exhibición de su trabajo reciente.

Afuera llovía; adentro parecía que en cualquier momento llegaría el aguacero, con relámpagos, truenos y todo, a mojar al artista, el piso y las paredes de la Nueva Escuela.

Alejandro Villalobos observaba los cúmulos de nubes y la lluvia contenida en los cuadros con orgullo y algo de nostalgia. En pinturas de pequeño, y hasta pequeñísimo formato, y en monotipias (grabado con un solo ejemplar, el cual se hace directamente sobre off-set) este artista volvió al paisaje.

Sin embargo no es un paisaje cualquiera “Es con el que convivimos nueve meses al año, es la estación lluviosa, el cielo gris, las nubes cargadas de agua y el ambiente húmedo”, dijo Tarzaán (con doble a), mote que le pusieron desde sus tiempos de estudiante de la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Costa Rica y que él utiliza orgulloso.

Esta vez su trabajo se llama Suite de nubes y lluvia, nombre que el artista retomó de una vieja canción de la década de los años 70. En la espaciosa Galería Altemaiva, de la Nueva Escuela, Alejandro exhibirá 23 mimpínturas, 12 monotipias y 6 cajitas.

Siente sus cuadros casi microscópicos, pues está acostumbrado a trabajar en formatos enormes. Sus pinturas están resguardadas por un barroco marco dorado y él explica: “Es como guardar una joyita, al mismo tiempo es concentrar la obra”.

Villlobos se ha caracterizado por una obra muy crítica y su gran activismo en los certámenes de artes plásticas. En sus lienzos y grabados, la violencia contra los niños y la agresividad sexual han quedado evidenciada a través de cuchillos, hachas y genitales mutilados, entre otros. Espontáneo, buen conversador y deseoso de que el país lo conozca no solo por sus participaciones en algunos certámenes nacionales, Alejandro se confesó con Viva.

-Usted se inició con paisajes, ¿por qué volver a ellos?

-Es un paréntesis, es un tributo a mi maestro Ricardo Chino Morales. Además, aunque soy muy activo, hay gente que no conoce lo que puedo hacer, esto es, mostrarme en otras facetas. Yo soy un proscrito por los cuestionamientos que ha hecho mi obra; esta exposición me permite que otros círculos conozcan de mi sin presentarles grandes cuestionamientos filosóficos o morales.

-¿Cómo se autodefine usted como artista?

-Soy un inquieto humorista plástico. Me gusta el chiste, el humor negro. Aunque las obras se vean inocentes no lo son, es algo así como una inocencia perversa. Por ejemplo, en esta exposición se ve una obra muy cuidada y hasta preciosista, pero lo que no se ve es que está elaborada en melanina de desecho y con esmaltes industriales.

-¿Qué le permitieron los paisajes?

-Volver a explorar otras áreas. Buscar que la mancha sea más sugerente y concentrar mis energías en lo pequeño, para lo cual hay que tener un gran dominio de la técnica. Además, he trabajado varias temáticas a la vez, la de personajes (hombres, mujeres y ángeles niños). Yo trabajo mejor cuando me propongo proyectos.

-El paisaje lluvioso es mucho más familiar para los costarricenses, aunque los artistas no se han interesado mucho en él...

-Ha existido una terrible discrepancia entre el paisaje pintado y el real. Hemos visto a los artistas volver, una y otra vez, a los cielos azules limpísimos, las nubes inmaculadas y los amarillos eléctricos, pero eso es poco real. Nuestro paisaje es húmedo y el mío así lo retrata. Es una estación que la gente no quiere ver, ni en turismo, y los artistas se han negado a tratar.

-Después de verlo tanto tiempo como un artista contemporáneo tachado de ser algo incómodo, es extraño su nombre junto a “paisajes”.

-A todas luces es una concesión, pero existe toda una intencionalidad de por qué es así. Pretendo mostrar todas mis posibilidades y a la vez producir un doble juego; es una joyita envuelta en oro construida de materiales de desecho.

-Pero los artistas contemporáneos en su búsqueda de lo diferente, han subestimado el paisaje.

-No lo han subestimado, sino relegado. Nosotros somos muy antropocentristas (todo debe girar alrededor del hombre), necesitamos ver la figura humana. Pero si nos ponemos a pensar, el paisaje apareció antes que hombre y sobrevivirá a él, cambiado y destruído, pero no desaparecerá. Esta ansiedad de vernos tiene que ver con la soledad existencial de la humanidad.

-¿Qué significó concluir con un trabajo que es nostalgia y es mostrarse en otra faceta?

-Es abrir una puerta a un salón con otras muchas puertas y posibilidades que esperan. Ya tengo tres o cuatro ideas basado en Suite de nubes y lluvia; además, cada puerta puede tener muchas opciones más y así hasta el infinito. Hay trabajo para rato, el trabajo artístico produce una reacción en cadena que posibilita evolucionar.

Afuera sigue lloviendo; adentro de Nueva Escuela el clima no ha cambiado parece que va a caer un aguacero. Y Tarzaán se marcha hacia su hogar, uno donde se ve con claridad el cielo nublado, los relámpagos y la lluvia venir.