Tarzaán

Alejandro Villalobos

Crítica

Paisaje , Pintura , Re-FLUXUS

Naturaleza furiosa, una exposición explora nuestro paisaje de cada día

Por Doriam Díaz | Mayo 2018

Una exposición en el MADC revisa casi dos décadas de trabajo del artista Alejandro Villalobos: paisajes libres de estereotipos, repletos de 'dramatismo meteorológico' y de experimentación técnica.

Tormentoso, bochornoso, desbordado, intenso, cambiante, dramático, violento... Tantos adjetivos ayudan a describir el paisaje que pinta el artista costarricense Alejandro Villalobos. No es su paisaje, es nuestro paisaje: nuestra naturaleza furiosa.

Desde hace dos décadas, él se ha dejado seducir por la naturaleza, no aquella idílica y edulcorada que reproducen muchas postales para turistas, sino la que él ve por su ventana en Tibás o en sus caminatas por la montaña.

En Simplemente paisaje, el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC) revisa el trabajo que este pintor y grabador de 56 años ha hecho en enormes cuadros, con materiales industriales, así como en una instalación con grandes tubos de papel pintados.

Mirada contemporánea

¿Por qué es contemporánea una muestra sobre paisaje? Más bien habría que preguntarse por qué no podría serlo si lo contemporáneo no se suscribe solo a ciertos tópicos. Sin embargo, la respuesta es sencilla: la mirada de Villalobos elude adrede el estereotipo.

Para Daniel Soto Morúa, curador de la exposición, estas piezas rompen con la idea de que nuestro paisaje es solo sol brillante, cielo azul y poca lluvia. "Alejandro encuentra una belleza que pocos ven. Su mirada es contemporánea porque ve el paisaje tal cual lo tenemos y no tal cual lo hemos construido", asegura.

En Simplemente paisaje está esa imagen del aguacero violento y amenazador que oscurece todo a cualquier hora del día, está la tierra abierta después de un terremoto, está la luz reflejada sobre los charcos en medio de la montaña, están los rayos de luz que logran atravesar las nubes de lluvia inminente, están los coloridos árboles floreados en la época seca...

“El costarricense no vive de acuerdo al medio que le toca vivir. Su idea del paisaje está afincada en una eterna primavera, en la que solo ve playa, mar, sol y arena. Sin embargo, al ser tropical, en este país tiene que llover más de lo que llueve en otras partes. La gente espera que el medio se adapte a ellos y no ellos al medio. La gente se olvida que en este país el paisaje es tremendamente violento: tormentas, inundaciones, rayos…”, cuenta este profesor de grabado de la Casa del Artista, donde comenzó en 1977 guiado por el pintor Ricardo Chino Morales. Durante 40 años, su vocación artística se ha desarrollado en dos frentes: la pintura y el grabado.

El de la exposición es paisaje, puro y llano, y es poderoso. De hecho, el curador considera que el trabajo resulta subyugante: “Sus pinturas son amenazantes porque nos dicen, a rajatabla, que somos seres minúsculos ante un todo, y que la naturaleza y el clima nos poseen y dominan, somos apenas una partícula ante la inmensidad”. Esta es “una Costa Rica desnuda, atemorizante y exuberante”.

El “dramatismo metereológico” –como lo llama Villalobos– lo atrapó desde 1999, cuando se volvió su tema principal. “Empecé con el paisaje porque me sedujeron esos dramatismos metereológicos: el sol que atraviesa las nubes cargadas de lluvia, la lluvia sobre la montaña, y cosas que están cerca. Todo lo comencé a explotar desde mi óptica, nunca fue con visos ecologistas: uso pinturas industriales, lacas, pinturas para carros o calles, materiales muy contaminantes”, cuenta. Ironías y paradojas son parte del arte.

Villalobos se conecta con la tradición pictórica. Por eso, el curador escribe en su texto sobre la exhibición: “Con gran maestría, domina la técnica tradicional de caballete de la manera más poco convencional. Se sale del uso ortodoxo del material y la herramienta, mancha los lienzos con pinturas industriales, aceites, polvos metálicos y ácidos. Poco a poco, ha sustituido óleo y acrílico por pintura asfáltica, resinas, diluyentes, polvos metálicos, pigmentos, esmaltes y barnices industriales. Mezcla los polvos metálicos de marquetería y los aglutina con barniz de poliuretano de pisos, utilizándolos como pigmento para pintar un cuadro”.

Las obras no tienen un orden cronológico ni temático; el curador le apostó a un diálogo entre las piezas. De esta forma, en esta panorámica del trabajo de Villalobos pasamos de encuadres y horizontes amplios a detalles que, vistos tan de cerca, parecen propuestas abstractas. Alejarse ayudará con la perspectiva.

Y es que precisamente, el camino de Villalobos no ha sido una evolución ordenada, sino que desarrolla un tema, lo deja, vuelve, profundiza, cambia a otro...; siempre se deja abierta la posibilidad a volver de otra forma.

Dos obras destacadas

Alejandro siempre es pintor y también queda en evidencia su formación y trabajo en el grabado; todo queda estampado en el trabajo artístico.

Incluso, ha ido más allá y hasta ha experimentado con el arte tridimensional en Silva pro nobis (Selva por nosotros). En este trabajo del 2006 tomó más de 60 cilindros de papel grandes, usados para transportar el material para imprimir banners, para convertirlos en un bosque improbable. Luego, plantó estos árboles en diferentes partes de la ciudad para recordarles a los transeúntes un paisaje extinto.

Aquella acción fue documentada en fotografía y el MADC no solo recupera algunos de esos “árboles” en la Pila de la Melaza, sino que agrega algunas de aquellas imágenes.

¿Qué quiso y quiere este artista con este bosque artificial? Quería que el papel/cartón retomara simbólicamente la forma de rama o de tronco que tuvo antes de convertirse en un producto comercial y provocar o impresionar al espectador.

Este proyecto, que se expuso en la Galería Nacional, fue financiado por el propio artista.

El sábado 19 de mayo tendrá un nuevo episodio, cuando aquella acción vuelva a repetirse en algunos puntos de la ciudad y, después de la exposición, aquellos troncos artificiales queden en la naturaleza para que esta se encargue de intervenirlos.

En Simplemente paisaje hay un cuadro que no es simple ni solo paisaje. Se trata de Collage tropical, con la cual el artista ganó el gran premio Salón de la Excelencia de la IV Bienal Lachner y Sáenz en 1994. Por medio de un cuchillo y un banano, la obra hace alusión al caso de Lorena Bobbit, ecuatoriana que desde Estados Unidos impactó al mundo: ella le cortó el pene a su marido luego de un largo historial de maltrato y agresión sexual; un juicio la absolvió

Este trabajo se emparenta con el resto de la exposición por su interés en la temática tropical, así como por la forma en que está pintado el fondo y por su atmósfera caótica. Este collage pertenece al MADC y sirve como un puente entre los diferentes tópicos.

En la Sala 1 del Museo parece que se va a venir un aguacero torrencial. El arte invita a explorar cada pieza de sobresalto en sobresalto, aunque reconozcamos cada escena y sensación.