Tarzaán

Alejandro Villalobos

Crítica

Alejandro Villalobos presenta una nueva producción que se orienta en el ámbito de las formas puras. Para quienes han estado en contacto con su obra anterior referida al paisaje, podría muy bien entenderse como una conclusión lógica de su interés por lo pictórico, una especie de acento en aspectos y facetas que aparecían con fuerza ascendente en su obra anterior.

Esta su pintura reciente explora las posibilidades mismas del lenguaje visual, desnudo en sus elementos constitutivos, como forma que es capaz de expresar y comunicar sin recurrir a la figuración. Manchas, movimientos, formas, texturas y contrastes generan espacios que sugieren y plasman un universo de energías que el espectador puede asociar con la fuerza de la naturaleza, con el corazón mismo de la vitalidad cambiante, identificando una poética singular.

La experimentación creativa que va desde la acción que libera el azar y el “accidente controlado” hasta la intervención de la mano del pintor para imprimir su huella y su deseo en la superficie plástica, es también un tema explícito en el fluir constante de colores y materiales. La investigación pictórica, la creación de posibilidades y procedimientos técnicos y la acción experimental con materiales diversos configuran los símiles que Villalobos elabora para conducirnos a reflexionar sobre el acto mismo de la creación en artes visuales.

El espectador está invitado a dejarse llevar por la fluidez y la espontaneidad del dinamismo y el maridaje de materiales y efectos para descubrir, a medida que se adentra en las superficies cromáticas, la racionalidad del experimento dirigido y la lógica de la investigación creadora que domina las pinturas.

Observemos, profundicemos en nuestra apreciación del paisaje, "somos una parte más del engranaje completo del planeta, ni más importantes que una hormiga, ni menos importantes que un árbol gigante".

 

Durante muchos meses e imbuido de un espíritu de libertad que poco a poco descubre y estructura sus propias reglas, Alejandro Villalobos construye la trayectoria de un experimento visual en el que lo pensado como esmalte industrial o barniz o polímero, con fines ajenos a lo estético, deviene pictórico y adquiere una dimensión plástica- que le lleva al mundo del arte.

De las formas que nacen, crecen y se transforman sobre las superficies podemos asociar una y mil veces las posibilidades de un juego sin fin, cuyo espíritu lúdico reconstruido una y otra vez nos permite la reinterpretación de sentidos en consonancia con las oscilaciones del proceso creativo que dio origen a cada una de las piezas.

Podemos también apoyarnos en los empastes y en las pinceladas emotivas de sus escenarios de montañas, lluvias y tormentas para desde ahí ingresar al nuevo mundo visual que como germen yace escondido en los intersticios de estas pinturas que nos recuerdan la intensidad del paisaje romántico y su salto al abismo o su arrobamiento sublime. Debajo de la piel de estas producciones anteriores está ya contenida la esencia de la nueva propuesta. Más allá de las fronteras de lo que modela las tendencias que pueblan el resbaladizo mundo de las artes visuales, Villalobos nos ofrece la tesitura de una sensibilidad, la huella de una inquietud modulada en ¡o pictórico y azuzada por un componente que busca la investigación del lenguaje visual y de unos materiales -quizá no pensados para lo estético- pero que, por virtud de una voluntad plástico inquisitiva. se tornan pintura en su esencia misma.